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Disparidades hirientes

 Hace ocho días, continuando con la presentación del documento EN BUSCA DEL TRABAJO DECENTE, que elaboramos en Asíes en el marco de la propuesta Guatemala camina: Pasos firmes para cambiar, que puede descargarse en el portal de la asociación, hicimos referencia a lo que, en dicho documento, denominamos las condiciones para la creación de trabajo decente. Aparte de la necesidad de incrementar significativamente la mediocre tasa de crecimiento económico, para lo que se requiere remover o reducir la influencia de obstáculos estructurales –tales como la elevada concentración de la tierra, el retraso del área rural y la desigualdad– se encuentran el aumento de la tasa de ahorro nacional, pues tenemos un promedio de 14% del PIB en los últimos 10 años, en tanto que el promedio de América Latina es del 20%; y de la tasa de inversión extranjera directa (IED), que es alrededor de la mitad de la recibida por las dos economías más dinámicas del Istmo –Costa Rica y Panamá– con el agravante de que el saldo neto de Guatemala es negativo, pues entre 2007 y 2011 el egreso por rentas de la IED fue del 127% con respecto a lo que ingresó, con lo que tuvimos el saldo más desfavorable de Centroamérica.

El crédito para actividades productivas –otro elemento fundamental– se reduce en forma sistemática: en 2005 se destinó al consumo el 45% y en 2014 el 52%. Por otra parte, a pesar del sesgo exportador que tiene nuestro modelo económico, la balanza comercial es negativa, con un déficit de $7,800 millones para 2015, que es compensado gracias a una de nuestras vergüenzas (la expulsión, por falta de oportunidades, de más de un millón de guatemaltecos residentes en Estados Unidos), que equilibran la cuenta corriente con sus remesas que llegaron a $5,900 millones en 2015.

Otras condiciones necesarias es la mejora en los pilares de la competitividad. Nuestras mayores desventajas se encuentran en la calidad de las instituciones –tanto públicas como privadas– y en la educación. Hasta en el tamaño del mercado estamos debajo de Costa Rica, a pesar de la gran diferencia en la cantidad de población. A lo anterior se agregan la inseguridad y la corrupción existente en casi todas las esferas estatales.

Todas estas condiciones dependen unas de las otras, por lo que se requiere de intervenciones integrales, orientadas a atacar el problema de fondo, que señalamos en el artículo anterior: la elevada desigualdad, que es también la causa principal de la pobreza. Y cabalmente, la semana pasada, en el VIII Foro Nacional de Responsabilidad Social Empresarial, organizado por centraRSE, el destacado economista argentino Bernardo Kliksberg dio una conferencia magistral en la que uno de los temas centrales fue la desigualdad, de la que dijo se encuentra detrás de otros cuatro problemas fundamentales que afectan a los pobres del mundo: el hambre, la falta de agua, la falta de instalaciones sanitarias y la discriminación de género.

Al referirse a la desigualdad –como gran conocedor de la Doctrina Social de la Iglesia, que siendo de religión judía, maneja con mayor profundidad y claridad que muchos católicos– mencionó una frase de Benedicto XVI en Caritas in veritate, la encíclica social del papa emérito, quien siguiendo a Paulo VI aludió a que se sigue produciendo “el escándalo de las disparidades hirientes”. Disparidades que, en el caso de Guatemala, uno de los 13 países más desiguales del mundo, no cesan de aumentar. Solamente un dato: entre 2000 y 2012 fue uno de los cuatro países de América Latina donde se redujo la clase media.

ASIES

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