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Un país sin ideología definida

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La hija de un general retirado acusado de genocidio, una ex Primera Dama y un comediante suben a un escenario… Aunque suene como el inicio de un chiste, este es el escenario político de los debates en el país. Los presidenciables, en lugar de argumentar y confrontar ideas, se paran detrás un podio y dan un punto de vista.

_MG_7774Los expertos afirman que la cultura del debate en Guatemala es inexistente. Los denominados “debates” entre los candidatos son foros en los cuales cada quién da un punto de vista sobre cierto tema. No hay argumentos sobre políticas, no hay propuestas concretas ni tampoco existe una confrontación entre los puntos de vista de los participantes.

Debate vs. foro

Renzo Rosal, analista independiente, explica que “el debate es por excelencia un mecanismo de discusión”, en el que una persona defiende sus ideas y busca polemizar a la de los demás. En el país, sin embargo, se dan foros en los cuales los sujetos presentan respuestas a un tema particular.

Mientras que en Estados Unidos y los países europeos los debates presidenciales crean expectación en los votantes, en Guatemala los “foros” no cubren las expectativas y no convencen a la población para definir su voto.

El tipo de preguntas que se hacen tampoco implican una cultura de debate. Rosal explica que uno de los retos para el debate en el país es la cantidad de candidatos. Mientras mayor sea el número de participantes, menor será el tiempo para profundizar en las ideas de cada candidato.

Una de las posibles soluciones sería dividir a los presidenciables en grupos o tomar en cuenta a los que encabezan las encuestas.

Cultura de debate vs. cultura de polémica

Andrea Morales, analista de política de la Dirección de Incidencia Pública de la Universidad Rafael Landívar (URL), explica que no existe una cultura de debate en el país porque los ciudadanos no exigen este tipo de actividades. Además, “los candidatos responden a las peticiones más clientelares de la población”.

La manera clientelar de tratar al votante es uno de los puntos claves para entender por qué los debates no funcionan en un país donde existe poca cultura política.

Jonatán Lemus, analista político, explica que el mercado electoral de Guatemala no le pone atención a la ideología ni a las propuestas, entonces cuando un candidato ve que tiene se podría alcanzar un 30 o 40 por ciento de la intención de voto si se dan regalos, los incentivos para tener un debate son bajos.

Lemus explica que en los foros donde llegan los candidatos, “no se diferencia a un candidato del otro”. La ciudadanía puede pedir un debate pero eso no implica que en el espacio que le den a los presidenciables discutan ideologías o problemas de gobierno sólidos.

Sin embargo, en el país si existe una cultura de polémicaOtra situación importante es que las elecciones no se ganan con un plan de gobierno. Si no, “todos tendrían uno”, afirma Lemus.

Rechazo a la clase política

Gabriel Duarte, de la Asociación de Investigación y Estudios Sociales (Asíes), explica que no existe una cultura de debate porque los candidatos no tienen posturas definidas acerca de temas controversiales, y si las tienen, prefieren no decirlas para evitar perder puntos en las encuestas.

La sociedad también ha jugado un papel importante en la falta de debates. “Las protestas han mostrado rechazo a la clase política en general por lo que los candidatos tratan de no figurar”, explica Duarte. Sin embargo, este rechazo se ha dado mayormente en la clase urbana del país.

Roberto Ardón, …., en su libro sobre los debates políticos en el país (Los Debates Políticos en Guatemala, 2015, Sophos), presenta tres enfrentamientos políticos importantes.

El primero fue el sostenido entre Francisco Villagrán Kramer y José Trinidad Uclés en 1977; el segundo entre los líderes jóvenes Manuel Colom Argueta y Alejandro Maldonao Aguirre, quienes ya habían ocupado cargos de relevancia como la alcaldía metropolitana y el Ministerio de Educación (Mineduc), respectivamente; y el último tenía de protagonista al entonces presidente Vinicio Cerezo y al entonces candidato Jorge Serrano Elías en 1990.

Según Lemus, el libro de Ardón muestra una “pérdida de liderazgos” que todavía se podían encontrar en los ochenta y principios de los noventa. Los políticos en estos debates aún podían hablar de ideas y argumentar, asegura.

Foto: Luis Soto/ContraPoder

¿De quién depende una cultura de debate?

Morales considera que la cultura de debate es responsabilidad de la población, ya que son ellos son quienes  deben exigir a los partidos políticos y sus candidatos un plan de gobierno concreto, una idea de quiénes son los equipos de trabajo y quiénes son los financistas detrás de la campaña.

Los medios de comunicación también juegan un rol clave porque son quienes deben desarrollar el debate. “La información que los medios deben trasladar a la población no debe ser solo aquella que vende o que es amarillista hasta cierto punto … sino aquella que va a tratar los temas de plan de gobierno a través del análisis”, explica. 

El proceso electoral de este año ha sido definido como atípico por varios expertos. Pero no todos los analistas están de acuerdo con que los partidos responden a la crisis y al clamor ciudadano.

Morales cree que los partidos responden a los problemas del país y esto se puede observar cuando tocan temas de corrupción. Sin embargo, apunta que ningún candidato explica qué mecanismos implementará para fomentar la transparencia. Por su parte, Duarte considera que la parte de la ciudadanía que se interesa por los debates se encuentra en el casco urbano por lo que los candidatos que tienen los punteos altos en las encuestas prefieren concentrarse en obtener un voto sólido en lugares fuera de la ciudad. Rosal considera que la ciudadanía exige más debates, pero los políticos “se hacen los sordos” ya que no tienen un plan de gobierno concreto, y Lemus explica que la cultura de debate va atada a la ideología y “si no hay ideología, no hay nada que debatir”.

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