Fecha:  14/May/2014   Periódico: elPeriódico   Sección: Opinión   Editor: Claudia García Mancilla

En la década de los años setenta la región centroamericana experimentó flujos de inversión extranjera directa (IED), que han sido positivos, con una tasa de crecimiento anual del 25 por ciento, que provienen en un 71 por ciento de Estados Unidos. Dentro de los factores que permitieron posicionar a Centroamérica como un destino atractivo para la inversión se consideran el crecimiento, la estabilidad macroeconómica y su posición geográfica idónea para realizar exportaciones; pero el más importante fue la constitución de la región como un bloque económico mediante el Mercado Común Centroamericano (MCCA), aspecto clave que quizá no ha sido valorado por las autoridades del área.

Actualmente se discute la Iniciativa 4644 que contiene la Ley de Inversión y Empleo, ya conocida por la comisión correspondiente en el Congreso y que obtuvo dictamen desfavorable por parte de la SAT. Está orientada a ofrecer incentivos para la atracción de IED, elevar la competitividad del país –ante los atractivos incentivos que ofrecen otros países centroamericanos– y a la generación de fuentes de empleo.

Los amplios beneficios tributarios que se pretenden conceder mediante este cuerpo legal, parecen ser la continuidad de los otorgados mediante la Ley de Maquila y la de Zona Franca; estos deberán finalizar en 2015 de acuerdo con los compromisos ante la OMC. Sin embargo, algunos organismos internacionales cuestionan la utilización de este tipo de beneficios para la atracción de inversión.

Un reciente estudio del BID, realizado para Centroamérica y República Dominicana, apunta que los resultados de la aplicación de este tipo de incentivos son ambiguos para el desarrollo económico, empero se ha observado que otorgan rentabilidad a las empresas que invierten bajo estos esquemas. Asimismo, el estudio señala que los incentivos fiscales “no son los principales determinantes de la atracción de IED a la región”. En muchos casos, depende de las condiciones propias de cada país, y cada caso debe analizarse individualmente.

Atendiendo los resultados observados a inicios de los setenta, pareciera que el modelo de sustitución de importaciones impulsado con incentivos fiscales en el contexto del MCCA fue un acierto. Pero los incentivos fiscales no son la única opción, mientras cada país de la región tome decisiones en forma individual y no como bloque centroamericano, será complicado enfrentar, como país y como región, los desafíos del desarrollo económico y comercial en una economía globalizada.

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