Siglo21 Sección: Opinión Página: 12

 

Es indudable que a partir del momento que Pérez Molina y su banda tomaron por asalto “en sentido real” el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS) los servicios de salud cayeron en picada. Comenzaron a escasear las medicinas, y se alargaron los tiempos de espera para las consultas, los exámenes de laboratorio, las cirugías y los ingresos hospitalarios.  A tal extremo llega la crisis que recibir el carnet de afiliado puede tardar más de un año. En la radio se oye un chiste que pone en evidencia las penurias del instituto. El esposo le dice a la esposa, voy a jugar a que soy médico del IGSS.  Te veo dentro de tres meses.

Esa situación calamitosa es aprovechada por quienes postulan el ideario neoliberal radical “los paleoliberales como les llamara Edgar Balsells en su columna de El Periódico  la semana pasada” para promover el desmantelamiento del principal instrumento de solidaridad intra e inter generacional que existe en nuestro país. Para los partidarios del individualismo extremo la solidaridad solamente se expresa en la limosna, en la filantropía para paliar los efectos más ostensibles de una sociedad absurdamente desigual. En consecuencia, la solidaridad no puede venir de una institución pública que fue creada para garantizar a toda la población el derecho humano a la seguridad social.

Hace un par de semanas me invitaron a una reunión donde presentaron el tema “Desmonopolicemos el IGSS”. Las deficiencias en los servicios de salud es el mejor pretexto. Y el argumento toral es que la seguridad social constituye un monopolio, que atenta contra la libertad de toda persona para escoger con quién ahorra para su retiro y a quién paga la cobertura de un servicio de salud.   Ante esto es necesario señalar que las libertades no son absolutas y que una cosa es un monopolio privado y otra un régimen público y obligatorio, por razones de interés social, como es también la exclusividad del Estado para impartir justicia.  Pero el motivo principal para que sea obligatoria la afiliación a un sistema único de seguridad social es la solidaridad.  Si se deja en libertad a los trabajadores para afiliarse o no al seguro social, muy pronto tendremos un sistema rico para ricos, que cubrirá a los trabajadores de más altos ingresos, que será un jugoso negocio para unas cuantas empresas de seguros y de servicios médicos. Y en el otro extremo, tendremos un sistema pobre para pobres, al que incluso se le hará imposible prestar los “precarios” servicios de salud que ahora ofrece el IGSS.

Entrecomillo precarios porque hay una realidad inobjetable. Cuando el seguro de salud privado se agota, por edad o por superar los límites de gasto, la única opción para sobrevivir, para no tener que empeñar la camisa “salvo para los billonarios” es acudir al odiado IGSS. He conocido casos personas que despotricaban contra el instituto, que renegaban de tener que cotizar, y al cabo de los años uno se los encuentra haciendo uso de sus servicios, para tratamientos de dolencias crónicas que no hay seguro que se los pueda pagar.

El rescate del IGSS comienza por la limpieza al interior de la institución, para seguir con el mejoramiento de sus servicios de salud, tanto en cuanto a consulta externa y encamamiento, como en el suministro de medicinas.  Servicios de calidad para la enfermedad común, la maternidad y los accidentes serán el principal atractivo para que los trabajadores busquen su inscripción en el IGSS y se eliminará el pretexto que actualmente esgrimen algunos empleadores.  El rescate es una tarea impostergable.

El rescate del IGSS comienza por la limpieza al interior de la institución, para seguir con el mejoramiento de sus servicios de salud, tanto en cuanto a consulta externa y encamamiento, como en el suministro de medicinas.

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