Fecha:  20/Jun/2014   Periódico:Revista Cronica  Sección: Economía Página 30

El gobierno siempre se queja de que los ingresos tributarios son insuficientes para financiar el gasto público, por lo que durante 24 años ha recurrido a impuestos extraordinarios que luego, solo cambian de nombre.

Si hay una frase común y recurrente entre los gobiernos de turno es: “Tenemos crisis financiera”, lo que constituye el mejor pretexto para que se busquen nuevas fuentes de ingresos y se recurra a medidas coyunturales o cortoplacistas, como la aprobación de impuestos “temporales y extraordinarios”.
El ejemplo más reciente es el anuncio, casi oficial, de que se prepara una iniciativa de ley para que el Congreso apruebe un impuesto temporal para financiar la seguridad ciudadana.

 

De ser así, ese tributo se sumaría al Impuesto de Solidaridad Extraordinario y Temporal y de Emisión de Bonos del Tesoro Emergencia (IEBE, 1991-1992); el Impuesto de Solidaridad Extraordinario y Temporal y de Emisión de Bonos del Tesoro de Emergencia (ISETBE, 1996-1997); el Impuesto a las Empresas Mercantiles y Agropecuarias (IEMA, 1999-2004); el Impuesto Extraordinario y Temporal de Apoyo a los Acuerdos de Paz (IETAAP, 2004-2008); y el Impuesto de Solidaridad (ISO, 2009 a la fecha).
Como ha podido comprobarse con el correr del tiempo, estos impuestos han sido todo, menos temporales, aparte de que la justificación utilizada (baja recaudación) no constituye la validez plena para introducirlos en el sistema tributario, afirma en su tesis de grado el consultor tributario José Abraham González. Él también asegura que al ser estudiados y analizados, cada uno de estos gravámenes transgrede preceptos y principios constitucionales; entre ellos, el de capacidad de pago, el de doble tributación y el de seguridad jurídica.
Además, poner en vigencia dichos impuestos no ha sido la solución, debido a que los ingresos adicionales tampoco han sido suficientes para el Estado, ya que aún manifiesta padecer crisis financiera.

Ayuda parcial
El analista Carlos González, de la Asociación de Investigación y Estudios Sociales (Asíes), opina que en su momento, estos impuestos han generado ingresos al gobierno y en alguna medida alcanzaron su objetivo; sin embargo, ante las crecientes necesidades de recursos para cubrir el gasto público y la casi imposibilidad de incrementar la carga tributaria, que ha permanecido casi estática en torno al 11 por ciento, es necesario buscar nuevas fuentes de ingresos, preferentemente a través de impuestos directos, en lugar de recurrir a más endeudamiento público.
Agrega que estos recursos deben invertirse en el financiamiento del gasto público, pero el tamaño del presupuesto tiende a crecer de acuerdo con el aumento poblacional, así como las necesidades del gobierno central. En tanto que los impuestos extraordinarios se han ido modificando en su tasa y en su base, lo que no permite un crecimiento de acuerdo con las necesidades del gasto público, lo que provoca el desfase entre ingresos ordinarios y el gasto; y con ello, su impacto en el déficit fiscal y la consecuente necesidad de negociar más deuda para cerrar la brecha y mantener el déficit en niveles sostenibles de la deuda pública.
También está de acuerdo con que los impuestos extraordinarios se convierten en permanentes. En efecto, cambian de nombre pero la necesidad de ellos permanece. En el caso del IEMA y el IETAAP tuvieron vigencia temporal; sin embargo, este último impuesto fue prorrogado con otro nombre (ISO) y no se especificó fecha de vencimiento por lo que estará vigente hasta que se derogue o se le sustituya.
Por último, indica que en la medida en que la estructura tributaria del país no responda a las necesidades del gasto de la nación, habrá necesidad de buscar instrumentos fiscales que oxigenen las finanzas públicas con cierta frecuencia. Lo ideal es no crear “parches”.
Adicionalmente, debería estudiarse a fondo el ajuste del gasto público, eliminando las erogaciones que no son absolutamente necesarias, así como reforzar los mecanismos para, al menos, reducir la evasión fiscal y el contrabando.

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