Siglo21 Página: 18

Célula básica de la corrupción

Se volvió un lugar común afirmar que el municipio es la célula básica de la democracia; que para poder responder en forma ágil a las demandas de la población y por originarse sus autoridades del voto directo, debe gozar de autonomía.

Además, el municipio es el espacio, en particular los medianos y pequeños, donde hay más posibilidades de participación de los ciudadanos en la toma de decisiones, y por la cercanía con las autoridades se facilita el control social, evitando la corrupción y el despilfarro.

Por ello la Constitución fortaleció la autonomía y, por medio del aporte constitucional, les aseguró una fuente permanente de recursos, para que esa autonomía no fuera una ficción legal.

Antes de 1985, la mayoría de municipios vivía en una penuria que llegaba a ser extrema. En algunos solamente contaban con un secretario-tesorero al que le pagaban una vez al año, al recaudar el boleto de ornato. Muchos alcaldes y la inmensa mayoría de concejales ejercían ad honorem.

Pero la falta de una ciudadanía exigente, la ausencia de institucionalidad partidaria, de la que debían surgir los candidatos a cargos de elección y ante quien debían rendir cuentas, la reelección indefinida, la ineficacia y complicidad de la Contraloría de Cuentas, el exceso de recursos y la imprecisión de las competencias municipales –prácticamente hacen lo que les da la gana– convirtieron al municipio en la célula básica de la corrupción.

El artículo 257 de la Constitución prohíbe asignaciones presupuestarias para las municipalidades que no provengan de la parte que por ley les corresponde de impuestos específicos, como el iva-paz.

Sin embargo, para satisfacer su voracidad por más recursos, los alcaldes se unen al partido oficial de turno, para que los ministerios les financien obras y asegurarse una buena tajada de los Q2 mil millones anuales que manejan los Consejos Departamentales de Desarrollo.

Hace unos meses, el alcalde de Mixco hizo un enorme despliegue publicitario para dar a conocer sus cinco grandes obras: un estadio, con fondos del Ministerio de Cultura; un paso elevado –del que solo levantaron una columna– pagado por el Ministerio de Comunicaciones o por el Mides.

Una comisaría, pagada por el Ministerio de Gobernación; unas cámaras (que al parecer era lo único costeado por la municipalidad) y unos locales comerciales en El Mirador, pomposamente llamados centro turístico, con recursos del INGUAT, pues también las entidades supuestamente autónomas forman parte del barril sin fondo en el que se convirtió el erario público.

Pese al repudio ciudadano, muchos alcaldes continúan impertérritos en sus prácticas corruptas. Da vergüenza cuando el alcalde reelecto de Villa Nueva, reconoce sin ningún recato, que debe alinearse con quien llegue al gobierno para llevar más dinero a su municipio. Que es obligado apostar al caballo ganador.

¿Y dónde queda la autonomía? El mismo alcalde indicó en otra entrevista que los miembros del concejo devengan Q16 mil mensuales en concepto de dietas. Tratamos de averiguar cuántas sesiones ordinarias celebran, y fue imposible. Nadie en la municipalidad sabía o quería soltar prenda.

Y pretende la presidencia de la ANAM para luchar por aumentar el aporte constitucional, a efecto de agrandar el botín. Y se dice que piensa formar un partido municipalista para llegar a la presidencia.

Ya lo veremos utilizando al máximo los recursos de la municipalidad para promocionarse, en tanto los vecinos de Villa Nueva sufrirán otros cuatro años de ineptitud e ineficiencia.

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