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Vicepresidente, ese puesto de indefinidas funciones

Más que ser idóneo para el cargo, cuando es candidato, el puesto se le asigna a alguien que más bien sirve de pañuelo blanco para lavarle la cara al presidenciable, congracia grupos dentro o fuera del partido. Una vez electo, y aunque tiene funciones claras y específicas, llega a ser tan voraz o secundario como el Presidente se lo permite.

 

La anécdota la cuenta él mismo. Si le preguntan cómo llegó a ser vicepresidente de Guatemala y se le pidiera responder con una anécdota lo más concisa posible, bien podría argumentar “Porque Álvaro me llamó para que operara a su amigo”. Por supuesto, Rafael Espada (vicepresidente 2008-2011) tenía méritos anteriores a esta cirugía, después de ella también sucedieron muchos eventos más que definieron su candidatura. Pero reducir historias como esta al mínimo, como si se aislara una partícula de su entorno para estudiarla, ayuda a encontrar un patrón que explica el universo que gira en torno al cargo vicepresidencial.

 

El paciente era Gustavo Espina, coincidentemente, también vicepresidente en 1991en binomio con Jorge Serrano Elías. Hasta esa llamada el médico no conocía a Álvaro Colom, el capital político más fuerte de Espada lo tenía principalmente en Estados Unidos cuando, entre la década de los ochenta y noventa, trabajó con el Robert F. Kennedy Center of Justice & Human Rights, algo que en Guatemala no le era realmente útil en términos de caudal electoral. Por eso, cuando días después de la cirugía llamó a su paciente, le sorprendió un comentario referente a que Colom buscaba a un compañero para la vicepresidencia y que él sonaba como ideal dentro del partido. “Lo voy a pensar”, le respondió, el resto es historia.

 

Eduardo Stein (2004-2008) tiene una anécdota similar. Postrado en cama en ese entonces por problemas en la espalda, recibió una llamada de su excompañero de colegio, las encuestas internas dentro de la Gran Alianza Nacional (Gana), le comentó Óscar Berger, decían que él encabezaba el listado de posibles candidatos a la vicepresidencia. Stein soltó una carcajada que el presidenciable no secundó al otro lado de la línea. Intentó, entonces, ponerse serio: “¿Qué te puedo aportar yo? No tengo la chequera de los que te apoyan, no puedo llevar 5 mil personas a un mitin, cuando mucho 12 y todavía me cuesta”, recuerda haberle respondido. Resolvieron entonces que Berger lo visitaría para aclarar la idea que tan graciosa le pareció al principio.

 

Según Espada, la motivación final para aceptar el cargo fue el “Plan Verde” que proponía Colom para gobernar: “Me gustó mucho lo que se tenía pensado hacer. Que no se cumplió, pues no, pero era muy bueno”. Stein relata que, después de aquella visita, le pidió que se reunieran para discutir puntos de vista. Si bien eran amigos desde la infancia, no sabía qué opinaba Berger respecto de muchos temas sociales, económicos o compromisos internacionales. Después de los primeros acercamientos, Stein vio que sí coincidían en la mayoría de puntos, en otros discreparon, por eso durante su gobierno le pidió que obligatoriamente se reunieran al menos cinco minutos a la semana, sin asesores ni nadie más, para discutir el rumbo de sus decisiones.

 

La dos anécdotas dibujan un patrón. Antes de saber si eran o no compatibles con el presidenciable, o si podrían trabajar juntos algún día, la decisión de que ellos correrían como vicepresidentes ya estaba tomada. Como si el segundo mando de la nación fuera solo un requisito que llenar, o más bien, como explican algunos analistas, en repetidas ocasiones su verdadera utilidad termina el día que ganan las elecciones. Los cuatro años siguientes, pareciera, están de más.

 

Los dos tipos de vicepresidentes

Vinicio Cerezo eligió a Roberto Carpio Nicolle como compañero de fórmula; Espina, vicepresidente de Serrano, llegó como una figura improvisada por un partido que no tenía muchas esperanzas de ganar y termina por elegirlo debido a que es su principal financista; Arturo Herbruger, con Ramiro De León, fue llamado porque proyectaba una imagen confiable, altamente necesaria después de la crisis dejada por el Serranazo; Luis Flores tuvo las asignaciones puntuales que Álvaro Arzú le dió, manejó los gabinetes, excepto el de política y seguridad; Francisco Reyes hacía nombramientos cuando Alfonso Portillo estaba de viaje y lo dejaba como Presidente en funciones, esto con el respaldo del poder que Efraín Ríos Montt ejercía desde el Congreso.

 

Si bien la Constitución les otorga funciones muy específicas al cargo, las cuales no son opcionales a ejercer, el papel que han desempeñado los vicemandatarios depende de algo más allá de la ley. Así, hay dos grupos en los que se pueden dividir estos: los externos al partido y los internos. Según de dónde provengan, así será la cuota de poder que alcanzarán a manejar.

 

“Pierden poder cuando vienen de fuera”, asegura el analista Renzo Rosal, en este grupo los mejores ejemplos son Stein y Espada, aunque también entran Espina y Herbruger. Las dos primeras fueron figuras llamadas desde afuera, continúa Rosal, a quienes se les sacó más el jugo antes de las elecciones. Espada fue una figura agradable para el sector empresarial, dada su trayectoria como médico y fundador de la Unidad de Cirugía Cardiovascular de Guatemala (Unicar). Stein, en cambio, “se presentaba como un técnico con experiencia de gobierno, eso le bajaba el perfil a la Gana como partido empresarial y lo hacía más amigable con la sociedad civil”, agrega Edgar Gutiérrez, del Instituto de Problemas Nacionales de la Universidad San Carlos (Ipnusac). Es decir, su función fue ser un pañuelo que limpiaba la imagen al presidente durante las elecciones.

 

Ninguno de los dos opacó a su Presidente, por el contrario, no crecieron mucho aunque el mandatario al que respaldaban no era una figura fuerte. En especial Stein, quien entre risas acepta porqué lo recuerdan con la frase “lo que Óscar quiso decir fue…”. “Lo que sucede es que yo impulsaba una relación con la prensa fuerte, pero a veces se tropieza mucho en esta arena y habían malos entendidos”, comenta.

 

En la otra categoría encajanLuis Flores, Francisco Reyes, Roxana Baldetti y Sandra Torres, quien sin ser electa, acaparó las funciones. Estos nacen dentro del partido, conocen los hilos dentro y , en buena parte, fueron tejidos por ellos mismos. Torres y Baldetti son los casos más ilustrativos del grupo.

 

“La Constitución dicta que el Vicepresidente debe coordinar la labor de los Ministros de Estado” –apunta Rosal– “y esa es una gran cuota de poder desde el inicio”. Durante el gobierno de Colom, Torres asistía a las primeras reuniones de gabinete, pero para el segundo año, ella los citaba en su despacho para girar instrucciones, dejando así de lado a Espada quien se enfocó en el gabinete económico y otras actividades menos mediáticas.

 

Baldetti, por su parte, ocupó las funciones que le pertenecían y, según afirman fuentes cercanas al gobierno del Partido Patriota, por su oficina pasaban todos y cada uno de los expedientes del personal que se contrataría dentro de los Ministerios. Tanto Torres como Baldetti confirman el patrón, ejercieron el poder que el Presidente les permitió.

 

La razón por la que un vicepresidente puede venir de dentro o fuera se debe, como explica Javier Brol de la Asociación de Investigación y Estudios Sociales (Asies), a la necesidad de compensar vacíos en el partido. “Cuando se elige a alguien interno suele ser porque hay fricciones dentro del partido, el Presidente representa a un grupo y el Vicepresidente al otro. Si no las hay, como usualmente ocurre porque son estructuras verticales en las que quien no obedece los lineamientos queda fuera, buscan una figura para compensar lo que les haga falta. Usualmente es un técnico, que siempre es un área descuidada”.

 

El PP, para entonces, tenía cubierta el área técnica con personajes como Pavel Centeno o Mauricio López Bonilla. “El sector privado llegó tarde al apoyo de la campaña de Otto Pérez, cuando llegó la oferta empresarial resultaba supletoria. Los empresarios pidieron una cuota grande y la vicepresidencia. Solo les dieron una cuota reducida”, agrega el analista Gutiérrez.

 

Durante su gestión, Baldetti ocupó todos los espacios que le correspondían, incluido el que le asigna en las cuencas de agua. De ahí resultó la injerencia sobre los contratos de la fórmula que limpiaría el lago de Amatitlán.

 

El pañuelo blanco quedó sucio

A menos de un mes de las elecciones, hay un candidato híbrido entre estos dos tipos de vicepresidenciable. Edgar Barquín, de Libertad Democrática Renovada (Lider), se presentaba como el técnico que le limpiaba la cara a Manuel Baldizón ante el sector privado. “Despertaba confianza entre los empresarios como tecnócrata que hablaba su lenguaje y como un cuadro del Banco de Guatemala”, describe Gutiérrez.

 

Barquín venía de fuera del partido, pero en realidad, no es tan ajeno a él como los mencionados en la categoría uno. Por los vínculos con su hermano, Manuel Barquín, de cierta forma estuvo ligado a los gobiernos en los que él fue electo como diputado.

 

A consideración del analista Brol, Edgar Barquín no ingresó al partido para sumar votos, pues ese es un aspecto que la organización interna ya tiene bien resuelta. Más bien, se perfilaba como un interlocutor, un canal hacia el presidenciable, “un timbre dónde tocar para hacer sugerencias”, sean de tipo social o económico.

 

Los tres analistas coinciden en que, después de los señalamientos de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala, en el que lo involucran a él en actos de lavado de dinero, más que restarle votos, le quita libertad en caso llegaran a ser electos, hace que pierda el único puente que tenía con distintos sectores. Lo que les depara, considera Rosal, será sucumbir más pronto que el PP, o crear un gabinete tras bambalinas que se dedique a negociar con todas estas presiones que vendrán a partir de las implicaciones en estos casos de corrupción.

 

El resto de candidatos, estima Gutiérrez, no rompen el molde. Algunos representan más debilidades de lo que aportan, como Mario Leal, ex-PP, con Sandra Torres. Otros, como Jafeth Cabrera, aportarían relaciones a un candidato como Jimmy Morales quien es ajeno a círculos políticos, académicos y sociales. En general, los vicepresidenciables de esta elección parecen confirmar el patrón, su utilidad es más preelectoral que como gobernante.

ASIES

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