Siglo21  Sección: Opinión Página: 16

Ahora resulta que es un complot

Pérez Molina no entiende por qué fue ligado a proceso. Cuesta pensar que esto se debe a que está enajenado de la realidad y todavía cree que no ha cometido delitos, solo errores.

Me inclino por pensar, pues no hay motivos para darle el beneficio de la duda, que es una muestra más del absoluto cinismo que caracterizó su gestión.

En la audiencia, su abogado presentó las constancias de que carece de antecedentes penales y judiciales como prueba de su honorabilidad. Pero esos antecedentes son irrelevantes. Los antecedentes que lo condenan son los reiterados actos de corrupción que toleró y de los que seguramente se benefició a lo largo de su gobierno.

Desde la concesión disfrazada de la terminal en Puerto Quetzal; pasando por el saqueo de Fonapaz, sobre el que tantas veces nos pronunciamos tantos, demandando que el director fuera destituido y sometido a proceso – de lo que se salvó Quetzaltenango– las innumerables e injustificadas compras por excepción, el asalto al Instituto Guatemalteco de Seguridad Social, el “agua mágica” de Amatitlán, los negocios turbios en Gobernación, Comunicaciones y el Mides, y tantos más.

Por eso, cuando el MP y la Cicig develaron el caso de La Línea, la noticia cayó sobre terreno fértil. Hasta el más crédulo llegaba a la conclusión de que estábamos ante un gobierno carcomido, de pies a cabeza, por la corrupción.

El repudio de la ciudadanía se hizo casi unánime, exacerbado por la forma como trataron de desviar la atención y evadir responsabilidades. Con torpeza y descaro. Solo basta recordar cuando Baldetti, en tono desafiante, le pregunta a un periodista ¿Por qué tengo qué renunciar?

En mayo, Pérez Molina inició una campaña de publicidad en la cual decía que él había solicitado a la Cicig que investigara las aduanas. Allí no habló de intervención foránea y de que un extranjero estuviera acusando a guatemaltecos. Ahora sale, nuevamente tratando de desviar la atención y tratando de presentarse como víctima. Que es un complot del Gobierno de Estados Unidos.

Y aquí cabe recordar que, luego de la renuncia de Baldetti, sectores interesados en mantenerlo a flote –más de alguno decía: si es necesario tenemos que llevarlo cargado hasta el 14 de enero– afirmaban en corrillos que Pérez Molina contaba con el aval de la Embajada y que la Cicig seguía los lineamientos de la misma, poniendo al embajador Robinson en papel de procónsul.

Y las protestas ya venían decayendo, con lo que parecían confirmarse los rumores, cuando el MP y la Cicig disparan un torpedo a la línea de flotación del Gobierno, contradiciendo con ello la mencionada trama, que le permitió oxigenarse por unas semanas.

En todo caso, el MP y la Cicig demostraron tener un atributo que es indispensable a todo órgano de la justicia: la independencia.

Con la indignación popular llegando al máximo, todavía se atrevió a llamar a la Guatemala profunda. Pura fanfarronada –como los 50 parques llenos de Baldizón – pues si tuviera capacidad de convocatoria lo habría hecho.

Ahora afirma que pudo expulsar a la Cicig, irse a otro país, sacar el Ejército a las calles. La realidad es que nada de eso podía hacer. Seguramente lo deseó, pero no podía. Expulsa a la Cicig y esto se vuelve Troya. Y respecto a irse ¿qué país medianamente decente lo hubiera recibido?

Definitivamente, desde el 25 de abril, está condenado por la historia y seguramente lo será por la justicia. Y también dice que si a un expresidente lo tratan de esa manera, qué no harían con un ciudadano guatemalteco. Y porque pensó que a un presidente no le pasaría nada, es que tomó al Estado como un botín.

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